Chihuahua
¿Perdida la Fe de los mexicanos en la Guadalupana? (+video)
MEXICO.- “No temas, ¿acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?” es la frase que, según el relato atribuido al sabio indígena Antonio Valeriano, pronunció la Santísima Virgen de Guadalupe hace casi 500 años a manera de promesa para los mexicanos, quienes hoy pareciera que han olvidado o perdido la Fe en esta protección brindada por la Celestial Señora.
Y es que las peregrinaciones y la devoción hacía la “Morenita del Tepeyac” nunca se habían interrumpido en el pasado ni por pestes, enfermedades, ni siquiera en los tiempos de los sangrientos combates de la Revolución Mexicana o en la prolongada lucha de Independencia, vaya ni siquiera en el aun doliente episodio de la persecución Cristera perpetrada por los gobiernos procomunistas y ateos de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.
No extraña que los jerarcas de la Iglesia en México hayan cedido (como ya lo hicieron en el pasado), acatando obedientemente las disposiciones oficiales revelando así la poca Fe que le tienen al Dios que dicen representar.
Sin embargo, lo verdaderamente desconcertante es esa misma docilidad mostrada por la población mexicana, esa que se dice “guadalupana”, quienes presos del temor a contagiarse del llamado Covid-19 (fundado o infundado, eso no lo pondremos hoy a discusión), olvidaron que estamos bajo la “sombra y resguardo” de la Santa Patrona de México y Emperatriz de América.
¿No estás bajo mi sombra y resguardo?
Es comprensible que Juan Diego tuviera sus dudas y que aquella madrugada del lunes 11 de diciembre de 1531, preocupado por la salud de su tío Juan Bernardino contagiado de “Cocoliztli” (al igual que el coronavirus, una temida enfermedad que en aquella época afectaba a los nativos de la Nueva España y que frecuentemente causaba la muerte), saliera a las 4:00 am con rumbo a la Ciudad de México -dejando para después la encomienda de la Celestial Señora-, con la finalidad de conseguir un sacerdote que le administrara la extremaunción pues ya era incluso tarde para un médico.
Se cuenta que Juan Diego trató incluso de eludir a la Virgen de Guadalupe, yéndose por el otro lado del cerro; no fuese que lo detuviese la Señora para que llevase la señal pedida por el Obispo Juan Zumárraga.
Pero hoy sabemos cómo la Virgen le salió de modo sorpresivo al encuentro y preguntándole hacía dónde se dirigía (nada que ella no supiera), motivó que un avergonzado Juan Diego le confesara que iba a la ciudad en busca de algún sacerdote que prepare a su tío que estaba por expirar.
Lo que Santa María de Guadalupe le respondió representa, quizá, el momento más exaltado y esperanzador de todo el relato atribuido al sabio indígena Antonio Valeriano:
“Escucha, ponlo en tu corazón, hijo mío, el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas ésta ni ninguna otra enfermedad ni cosa punzante, aflictiva”
¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? (NM 119).
(Cuix amo nican nica nimonantzin? Cuix amo nocehuallotitlan, necauhyotitlan in tica? Cuix amo nehuatl in nimopaccayeliz? Cuix amo nocuixanco nomamalhuazco in tica? Cuix oc itla in motech monequi?)
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