Chihuahua
Despiden con misa de cuerpo presente a jesuitas asesinados en Cerocahui

Chihuahua, Chih.- Jesuitas, integrantes del pueblo rarámuri y laicos de diversas comunidades de la sierra y de Chihuahua, lloraron ayer durante la misa celebrada en el templo del Sagrado Corazón de Jesús de esta ciudad, en memoria a Joaquín César Mora Salazar, “El Morita”, y Javier Campos Morales, “ El Gallo”, quienes fueron asesinados en Urique el pasado domingo.
La tarde en la que ocurrieron los hechos, Pedro Palma Gutiérrez, quien era perseguido por Noriel Portillo Gill, alias “El Chueco”, entró al templo de Cerocahui para intentar refugiarse, pero, el agresor, decidió quitarle la vida a él y a los dos sacerdotes.
Héctor Fernando Martínez, sacerdote de Sisouguichi, dijo que, el padre que presenció el hecho violento, narró que, “El Chueco” al darse cuenta de lo que había hecho, le preguntó que sí Dios lo perdonaría; ¿Dios me va a perdonar, padre?, este le respondió que sí, pero que no se llevara los cuerpos, sin embargo, hizo caso omiso y se los llevó.
Luego de 72 horas, la Fiscalía General del Estado informó que las víctimas ya habían sido localizadas a lo que Luis Gerardo Moro Madrid, provincial de la Compañía de Jesús en México, expresó que si la autoridad logró recuperar los cuerpos de los jesuitas y un laico, por qué no es posible recuperar también los cuerpos de tantas personas víctimas de desaparición.
Pese al intenso sol que hubo ayer, desde las 9 de la mañana feligreses provenientes de la zona serrana y de Chihuahua comenzaron a hacer una fila para ingresar al templo, en donde se realizaría la ceremonia de cuerpo presente.
Durante la espera, Norma Villalobos, quien conocía al padre “Gallo” desde hace 50 años, dijo que este hecho le deja un sentimiento de orfandad y de abandono.
“Él era como mi papá, no había cosa que yo necesitara y que me ayudará, de hecho, el miércoles que fue para Monterrey me habló y me dijo que quería comer con nosotros, pero me quedé sin verlo.
“Él fue nuestro párroco en Guachochi; cuando él llegó yo tenía ocho años, de hecho, él me dio la primera comunión, cenaba con nosotros y nos leía el evangelio”.
Contó que ella le decía que la Sierra lo iba a extrañar mucho cuando se fuera porque “se la barrió completa, de orilla a orilla”. Yo le decía: “padre lo va a extrañar mucho el bosque”, y él me contestaba, “yo creo que ni muerto voy a descansar”.
Al preguntarle que le diría al jesuita, ella respondió: “padre, yo sé que usted está en el cielo, no se olvide de nosotros padre y nosotros de usted jamás; yo creo que Dios tuvo una manera muy sabía de llevárselo, una manera en que nunca será olvidado, ni por sus obras, ni por la manera en la que se fue, padre lo voy a amar siempre; mi casa está llena de sus recuerdos”.
Con información de El Diario de Chihuahua

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